2011 - RECIEN REESTRUCTURADO
2012 - Frente a la puerta (no es la misma, la anterior era de madera) del nº 8 de la calle Almirante Topete del barrio del Rastre, domicilio del yayo hasta su desaparicion, a mi hermano y a mi nos retrotraen los recuerdos y la añoranza de una epoca que logicamente ya no volvera.
Tomada desde lo alto de la antigua "costereta" a la izquierda a mitad de la calle, el edificio rosado, en su primer piso era donde vivia el yayo.
|
Vista de la calle Topete desde la calle Barranc del Rastre |
Edificio de la calle Almirante Topete nº 8 en el barrio tortosino de "El Rastre", donde se aprecian los balcones del primer piso, domicilio donde mis recuerdos en primera persona se inician.
Casa de la "Bonetera"
Aquí se puede apreciar la calle Almirante Topete en toda su amplitud y longitud, la foto está tomada desde la antigua "costereta" la llamo así porque en la época no estaba construida esta parte, solo era un desnivel del propio terreno, en la primera esquina a la izquierda también ha desparecido una fuente publica que abastecía al vecindario con agua procedente del manantial natural llamado "la fonteta del Pare Bruno" que recogía el agua natural del barranco del Rastre.
DECADAS DE LOS AÑOS CUARENTA y CINCUENTA
La Fabrica del GAS, actualmente desaparecida, en su lugar se instalo el colegio de la MERCED.
Desmantelado el lienzo de la muralla, quedo abierta la calle del mismo nombre, que da acceso a la de Santo Domingo, al fondo la plaza del Rastre (antes llamada Tetuan, después Mossen Sol)
Detalle de la fuente publica para abasto general del barrio
Vista general de la plaza desde la entrada al Josepets
Calle del Barranc del Rastre, a la izquierda la parte trasera de los Reales Colegios.
La Costa dels Capellans, al fondo a la izquierda la muralla del fuerte del Bonete.
Los "forns de la calç" del barranc del Rastre.
La "cucafera" saliendo de la plaza del Rastre para encabezar algún evento popular.
Muralla del fuerte de el Bonete y la canalización aérea del agua procedente de la fonteta del Pare Bruno situada en el fondo del Barranc del Rastre.
Calle del Replá
Aspecto que ofrecía la plaza del Rastre, adornada para celebrar su fiesta mayor en honor de la Virgen de la PROVIDENCIA su santa patrona.
La popular orquesta local BATAVIA JAZZ, en una de sus actuaciones amenizando la fiesta mayor.
Aspecto general del interior del mercado del pescado, recién inaugurado en los cuarenta.
El cine Fémina que en aquellos años recién inaugurado, ofrecía pases de películas de reestreno.
La calle Moncada (también conocida por la calle Seminario) daba entrada y salida al barrio del Rastre.
Mi frustración mayor consiste en no haber sabido o no haber podido, recabar mas informaciones anteriores a mi nacimiento, en aquel momento nuestro yayo contaba con cuarenta y seis años de edad y casi con media vida cumplida, huyo de inventarme nada ni añadir ningún concepto ni hecho que no haya sido referenciado en su momento, si no cumpliera rigurosamente con este precepto, seguro que correría el peligro de dar una apariencia distorsionada y poco creíble de las versiones que creo a pies juntillas sobre lo que fue la persona de nuestro yayo, con sus defectos de los que también tendrán referencia en su momento de protagonismo en la continuidad de mis líneas.
De la década de los años cuarenta, carezco de más referencias dignas de mención, si que es justo pensar, que aquella familia formada por once personas, ocho jóvenes y tres adultos, cuya economía era sufragada principalmente por la aportación salarial de un solo miembro, debo suponer que las dos hijas mayores también colaborarían con los sueldos de sus propios trabajos, por lo menos la mayor sé que trabajaba en la empresa tortosina Laboratorios Vergés i Oliveres, fabricante de productos farmacéuticos, como decía sucederían momentos patéticos de todo tipo y los tres adultos, cada uno en su protagonismo, sabrían de los sinsabores y toda clase de sufrimientos y privaciones que se sucederían en el día a día para salir adelante y no quedarse en el camino, metafóricamente hablando.
Una vez recorridos todos los años desde el comienzo de mis escritos, prácticamente ya hemos llegado al final de la década de los cuarenta y entramos en el último de ellos que dará fin a la misma. A nuestro yayo se le presentó de nuevo una situación que no esperaba, su hija mayor emparejada con un bancario de la plantilla de subalternos, como cobrador de calle de una entidad local, habían “estirado mas el brazo que la manga” provocando el cuadro típico del "estado de buena esperanza" como se decía en la época, con seguridad no esperada ni deseada, de nuevo y metafóricamente hablando a nuestro yayo le toca “mear sangre” se las compondría como pudiese y Dios le diera a entender, de no se sabe donde, irremediablemente aceptar la situación y casar a la hija como pudo, lo cierto es que su consuegra, haciéndose cargo de su parte alícuota de la responsabilidad, colaboró acogiendo a los dos “noveles” en su propia vivienda, cediéndoles un cuarto con derecho a cocina y retrete, hecho destacable, ya que la mujer tenia su carácter, pues también tenia sus razones y como siempre tenían protagonismo sus circunstancias, se había quedado viuda en 1934 con cinco hijos, perdió a uno en frente de guerra, el más pequeño era la pareja de la hija mayor de nuestro yayo, quiero decir que la mujer después del esfuerzo titánico de haber criado a todos sus hijos, los había ido casando, el último pone la guinda i se tiene que casar a la carrera, así son las cosas y así me las explicaron y así las escribo.
Era el mes de Junio de 1949 y se celebró la boda, los novios vestidos de negro y por las explicaciones recibidas, no hubo mucha alegría, la situación era la que era, las carencias también eran las que flotaban en el ambiente y no se podía pedir más.
Los estragos y consecuencias a causa de la guerra acabada diez años antes, seguían siendo la constante de la vida diaria de las familias, las cartillas de racionamiento, eran las que regulaban la adquisición de todo lo básico y necesario para el sustento de las personas, había que formar cola para todo, hoy venden arroz en tal sitio, cola con la cartilla para hacerte con medio kilo de granos de arroz, aceite lo mismo, patatas otros tres cuartos de lo mismo, lo peor era el pan, las diferentes moliendas de harina, no permitían a causa de cincuenta mil circunstancias, el poder amasar la cantidad de pan con la calidad suficiente para abastecer la demanda de la población, en sustitución de aquel alimento básico se utilizaban toda clase de derivados, centeno de todas las clases y calidades, lo cierto es que lo más habitual era conseguir un tipo de pan de una calidad rozando la insalubridad, al que llamaban “pan negro” por su color oscuro y es en alusión a dicho pan, cuando sale a relucir como tantas veces saldrá, el carácter y la voluntad inquebrantable de nuestro yayo, él se negó en redondo y no aceptó jamás que mi frágil físico fuese alimentado con aquel pan de ínfima calidad, se las ingenió, él sabría como, lo cierto es que cuando regresaba de sus viajes prestando el servicio de guardafrenos, en su maravillosa cesta, siempre aparecía un pan blanco amasado con la mejor harina que encontraba, pero por encima de todo su "nieto-hijo" (disculpas por la autodefinición pero me encanta) tenia que comer pan blanco, es que “manda cojones señores”, aun es imposible para mí, recordar su figura en estos primeros años, pero por algunas fotos antiguas que sí que las recuerdo, a sus cuarenta y siete o cincuenta años a mi me parecía un “hombrón” a nivel físico, su cesta era enorme, soportada a su espalda con un “correón” ancho de cuero negro para su transporte, tocado en su cabeza, alternando o su gorra de visera, profesional de la uniformidad de su cargo, o con una boina negra un poco ladeada, jamás capada, para mí era como un ídolo.
Es el momento que empiezan a aparecer los recuerdos y vivencias en primera persona, pienso que ya estamos en el año 1952/53, la vivienda de nuestro yayo está situada en el barrio tortosino de “El Rastre”, es un primer piso del numero 8 de la calle Almirante Topete, es una edificio construido en la década de los años veinte, propiedad de un renombrado médico, nuestro yayo y su familia se habrían trasladado allí procedentes de otra que no puedo informar en que parte de la ciudad estaba situada, dicha calle era perpendicular con las de Ros de Medrano y Barranc del Rastre, el ambiente vecinal era variado, aunque predominaban las familias de lo que llaman en aquellas latitudes, “gitanos blancs”, gitanos blancos, gentes que en su mayor parte estaban emparentadas, ya que solían casarse entre ellos, la procedencia de las mismas, no de todas, pero sí algunas, era de la zona de la comarca del Baix Camp en Reus, se les conocía enseguida, en primer lugar por su peculiar físico, su forma de vestir, su fonética y sus costumbres, su modus vivendi se centraba en la venta ambulante por los mercadillos de los pueblos vecinos, tratantes de caballerías en todas sus vertientes, compra-venta de chatarra, como gitanos que eran, en otros casos, destacan profesiones técnicas,
administrativas y pasando a segundas generaciones, carreras superiores y
licenciaturas, de este colectivo me aparecen nombres como el Sr. Juan Ramón,
patriarca de los suyos, tratante de caballos, algunos sementales de pura raza,
recuerdo a “La Cuca”
potra negra azabache, esbelta y nerviosa con doma muy bien aceptada, que era la
admiración de todos, cuando salía enjaezada, tirando del “charret” (coche de
paseo, tirado por un solo animal), la casa de esta familia estaba situada al comienzo
de la calle, lindando con lo que nosotros llamábamos “la costereta”, era el
montículo de tierra que cerraba la circulación habitual, el cual después de
subirlo daba acceso a las murallas del llamado “Bonete”, una de las partes del
perímetro de murallas que rodean a la ciudad, pues en dicha casa estaba el
matrimonio del Sr. Juan Ramón y su esposa la
Sra. Adela, siguiendo en la misma mano de
la calle, estaba la casa donde vivían el matrimonio formado
por el Sr. Alejandro y la Sra.
Pilar, su hija Mª Pilar y unos años mas tarde nació su hijo
Alejandrito también convivía con ellos la madre de la
Sra. Pilar, el otro piso estaba habitado por el sr. Baltasar su esposa y dos hijos, la casa contigua era un
cobertizo para guardar ganado del Sr. Julián, “lo pastó”, hombre de gran
sabiduría popular, que como buen pastor, sabia y lo practicaba con todo aquel
que se lo pidiese, cualquier tratamiento natural para aliviar torceduras o
dolores de muchas clases, al lado estaba el patio de les “Burreres”, cuatro
hermanas que se dedicaban al negocio de la casquería y derivados y en el caso
tortosino, eran artesanas en la manipulación y acabado de las típicas “baldanes
tortosines”, recuerdo el sitio como muy angosto, muy sucio y maloliente,
oscuro, con grandes calderones negros cociendo a fuego lento alimentado de
troncos de leña, patas de vacuno, tripas y otras vísceras, que previamente
habían rascado concienzudamente hasta el mas mínimo detalle, ya que las
recuerdo blanquísimas o como máximo de color marfil, las hermanas vestidas de
riguroso color negro, pero con las ropas muy sucias, manejando sabiamente sus
diferentes cuchillos afilados, troceando hábilmente por el sitio adecuado los
miembros amputados de las reses y cuando por su grosor o tamaño, era preciso,
le daban al hacha de forma magistral, muy pocas veces se les escapaba algún
pedazo descontrolado al medio de la calle, ya contiguo nos encontramos con la
casa de la familia de les “Boneteres”, cuyo patriarca era el pastor que citaba
un poco más arriba, el yerno Ismael estaba casado con la hija del Sr. Julián,
tenían una hija Mª Pilar y años mas tarde tuvieron a su hijo “Maelin”, sigue la
casa de una familia gitana, formada por un matrimonio de pocas quintas menor
que la de mi yayo, tenia un hijo Juan Antonio y su hija Remedios,
años después Juan Antonio se casó con la gitana Laurín i anteriormente Remedios
se casó con el también gitano reusense Blaiet, en la misma escalera vivía
también la familia de un matrimonio con dos hijos, el mayor se formó
como relojero y el pequeño que seria de mi centuria de nombre Julián, creo
recordarle un poco y desconozco su trayectoria, tengo que nombrar a
otra familia que congenió especialmente con la de mi yayo, era el matrimonio formado por Ramón y Catalina, él era tortosino y ella
mallorquina, tenían dos hijos Ramonet y Lluis, el primero más o menos
de mi edad, a lo mejor un año o dos mas que yo y el otro de la edad de mi
hermano Miguelito, en los bajos estaban las instalaciones del Sr. Narciso “Siso” se dedicaban al tratamiento manual y artesano de piedra, yeso y
escayola, conforme venias andando desde la plaza del Rastre por la calle Ros de
Medrano en dirección a la calle Topete, notabas en los oídos, el picar y
repicar típico de las “picóles” y
escarpas que sin descanso, en las hábiles manos de los artesanos, iban dando forma y desbastando la pieza que
manipulaban, llegabas a distinguir por el “toc-toc” de las piquetas, el tipo de
material que estaban golpeando, el sonar del conjunto de todas ellas, formaban
una especie de orquestina que hacia las veces de acompañamiento arrullador para
conciliar el sueño en las siestas veraniegas,
recuerdo a personajes como Juanín, fornido picapedrero de dos metros de
altura, durante muchos años desfilaba
como “Capitá Manaies” al frente de la cohorte romana que precedía la procesión
del domingo de Ramos, también me acuerdo de “Boti”, hijo, ya que el apodo le
venia por el padre, él a mí me llamó siempre “lo valensianet”, alternándolo
algunas veces por el apodo de mi yayo, llamándome “Paquillo”, hecho que me
llenaba de orgullo y durante bastantes años después, seguía utilizando el
vocablo y me preguntaba, “Xeic valensianet que fa ta tia Mercedes, já te
novio?”
Mis compañeros habituales, eran "Paisano", Pepita, Mª Pilar, Manolito, Juan Ramón "lo gitano", Ramonet y algún otro que recuerdo su nombre.
|
No puedo olvidarme de un ser querido que nos demostró siempre su cariño, nos acompañó en nuestros juegos, nos recibía siempre con su mejor predisposición, nos regalaba periodicamente con las camadas de cachorritos que alumbrava era nuestra perra mestiza pekinesa, LA CHITA.
|