Tren mercancias en direccion a PORT - BOU, saliendo de la estacion de TORTOSA
Vuelvo
a pedir al lector que utilice la empatia para intentar situar a nuestro
personaje en aquellos ambientes hostiles, poco fiables y llenos de inseguridad
para mantener la integridad fisica, todo ello se juntaba con su personalidad
temerosa, en su conjunto, era el caldo
de cultivo ideal que desembocaba en el desenlace de lo que estoy relatandando y
de nuevo voy a explicar otra de las anecdotas que me llegó.
Cuando regresaba del viaje que le habian asignado por turno, cuidando del
sistema de frenos del convoy cargado de
todo tipo de mercaderias, en plena guerra, la familia, como el resto de
población tortosina, habia sido obligada a evacuar la ciudad a causa de los
bombardeos de la aviación, de la artilleria y por la fijación de la primera
linea de combate del frente de guerra en los dos margenes del rio Ebro, como
decia, la familia se habia traslado a vivir en alguna masia compartida, en las
inmediaciones de las montañas que rodean la ciudad, lo cierto es que al acabar
su servicio, cuando llegaba a la estación de tren, tenia por delante un buen trecho de recorrido
por caminos poco transitados, para llegar al lugar donde se encontraba su
vivienda, solo y temeroso de algún tipo de asalto, entre la negrura de la noche
y la tenue luz de la luna, ya hacia algunos dias que al doblar una de las
curvas del camino, le parecia ver la silueta de una persona, apoyada en un
arbol, apostada allí esperandole para Dios sabe qué, él según su propia
versión, con el culillo bien apretado y manteniendo el paso ligero y seguro,
pasaba por delante del “personaje”, dándole las buenas noches, saludo que jamás
era correspondido y que le generaba toda clase de sospechas e incertidumbres,
el desenlace viene cuando uno de los servicios ferroviarios en lugar de acabar
a las tantas de la noche, terminó en plena luz
del dia, ahí fue cuando pudo descubrir de regreso a su hogar, al doblar la fatidica curva y darse cuenta que
el “personaje” apostado detrás del arbol
era completamente inofensivo, ya que eran las formas caprichosas que la
madre naturaleza habia dado al tronco y las ramas de un arbol al lado del
camino, formas que daban la apariencia
humana, por la noche y en la negrura de la misma, apenas recibiendo luz
indirecta de la luna, siempre en sentido de vuelta y a su derecha, ya que en el sentido de ida al
trabajo, a su izquierda era insospechable la dichosa aparición, lo pasó muy
mal, siempre explicava, "joder con el tio de la curva” que jamás le contestaba
al saludo, hecho que le acojonaba de mala manera, una vez descubierta la
realidad, todo fueron risas y comentarios jocosos.
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